Si habéis escuchado alguna vez el “Adagio para cuerdas” de Samuel Barber es muy probable que haya sido la versión orquestal de esta misma pieza. Para aclararlo, dejadme decir algunas palabras sobre la historia y evolución de este pieza.

Inicialmente, Samuel Barber compone su Adagio cuerdas como segundo movimiento de un cuarteto de cuerdas. Dos años más tarde, en 1938, crea una versión para orquesta y la hace llegar a Arturo Toscanini. El director se queda encantado con la pieza y dirige el estreno del Adagio para orquesta en el mismo año. El Adagio es acogido con entusiasmo por el público y permanece hasta hoy una de las músicas más conocidas y populares de Samuel Barber. Dado el éxito de la pieza, Barber la transcribe en 1967 como “Agnus Dei” para un coro de ocho voces. Y es esta versión vocal que os propongo en la sugerencia musical de este mes.

Para mi, el diálogo entre estas voces es una invitación a encontrar serenidad y firmeza en momentos difíciles, a no huir del dolor sino a aprender a transformarlo, a aguantar ciertas tensiones e “intervalos” incómodos para crecer y recrearnos en los momentos de armonía y belleza que siempre terminan por llegar. La tonalidad del Adagio, escrito en si menor, parece susurrarnos una gran verdad: es necesario disponer de una gran fuerza interior para poder permitirse ser auténtico y… sensible.