La música no solo puede ser terapéutica, a veces
puede literalmente salvar vidas. Este fue el caso real
de Georg Friedrich Händel, que – a sus 56 años -
estaba a punto de “tirar la toalla”.
Se sentía abandonado: por el público londinense, que había cambiado de gusto, por la ópera, a la cual se había dedicado con pasión y por su cuerpo víctima de intensos dolores. En aquel momento, un amigo le hizo llegar el libreto de lo que sería el Mesías.
A la lectura del texto, Händel se inflamó, se olvidó del resto del mundo y compuso todo el oratorio en un tiempo record de tan solo tres semanas. El mismo comentó: “Vi todo el cielo abierto ante mi y Dios mismo en todo su esplendor.” Su propia música le sanó, igual que las palabras que Jesús dirigió a Lázaro: “Levántate e anda!”